¡Escribimos esta crónica con gran ilusión desde la recién estrenada zona de Comunidad! Hasta ahora hemos estado viviendo en la zona que va a ser la destinada a los colaboradores. ¡Otro paso adelante!
Estas dos últimas semanas han sido intensas, llenas de sorpresas. El Señor va preparando de este modo nuestro corazón para estar disponibles en todo momento para lo que Él quiera, como Él lo quiera y cuando Él lo quiera.
La primera salida de la rutina diaria fue el viaje que las MM. Ana y Angélica tuvieron que hacer a Cotonou por unas cuestiones relativas al pasaporte venezolano de la M. Angélica. Las peripecias fueron tales que la M. Angélica acabó viajando a Caracas para tramitar un nuevo pasaporte. Allí aprovechó para hablarles a las niñas de Maracaibo y de Caracas sobre la Misión en Benín. ¡¡Los Padres dicen que a la M. Angélica deben saludarla ya por su nombre y apellido todas las azafatas del lugar!!
En ausencia de las Madres, la M. Valeria y Valentin aprovecharon para hacer una limpieza en profundidad de la zona de Comunidad, a la que se iban a trasladar de manera definitiva. Trabajaban un tanto en vano, porque el resto de obreros, soldadores o pintores no tardaban mucho en volver a ensuciarlo todo, pero como decía con gran ánimo Valentin “aunque los ojos de los hombres no nos lo agradezcan, Dios sí nos da las gracias por el trabajo realizado”. La Madre se había trasladado de nuevo a la casita de la Misión, pues los Padres la habían vuelto a acoger para que no estuviera sola por las noches.
¡Grande fue el gozo de la M. Valeria cuando regresó la M. Ana! Ella, que pensaba que podía ser eremita, se convenció totalmente de las ventajas de la vida en comunidad, donde es mucho más fácil afrontar y sobrellevar las responsabilidades y dificultades. El reencuentro fue el jueves por la noche como estaba previsto, aunque casi de milagro, porque también el viaje de regreso de la M. Ana tuvo un imprevisto: ¡había una vuelta ciclista en desde Parakou a Dassa! Ahora en Benin organizan tours, como en Francia… y la M. Ana pasaba por allí en ese preciso momento. Después de casi tres horas de espera en la carretera para que pasaran los ciclistas –según los policías iban a ser apenas diez minutos– y sin haber visto a las “celebridades”, la Madre pudo continuar su viaje.
De todos modos, la M. Ana no perdió el tiempo, ya sabéis nuestro lema: “Que el ocio no tenga lugar en esta casa”. Aprovechó sus horas de forzado parón para trabajar en el ordenador con las programaciones del nuevo curso. Como solemos decir entre nosotras, y eso lo entenderán muy bien nuestras lectoras venezolanas, “eso solo le pasa al Coyote y a nosotras”.
El 16 de mayo, festividad de San Andrés Bobola, S.I., comenzamos la mudanza a la zona de Comunidad y ese mismo día pudimos dormir en “nuestra Casa”. El recreo de la noche lo hicimos todavía en la zona de colaboradores y ¡fue providencial! porque las lluvias tropicales inundaron parte de esa zona y pudimos llegar a tiempo. ¡Parecía que las cataratas del Niágara cayeran por las celosías!! Así que tuvimos que limpiar y limpiar… Cuando pudimos retirarnos a descansar, estábamos “agotadas en el Corazón de Cristo”.
El sábado, a la hora de comer, en plena mudanza, tuvimos una agradable visita. Llegó Bethany, la joven americana voluntaria de Peace Corps, con unos amigos para conocer la Casa. Estaban muy interesados en todo lo que estamos haciendo y nuestros proyectos y pasaron largo rato con nosotras. Al terminar, hicimos una comida rápida y ¡a la catequesis!
Ese mismo día pusimos nuestra primera lavadora. ¡¡Fati estaba maravillada!! Se preguntaba de dónde salía el agua de la máquina, no se creía que “eso” lavara. ¡¡Cuando sacamos la ropa, se quedó de piedra!! Y fue de asombro en asombro, porque también le maravillaron las pilas del lavadero. Ahora, cuando entra al edificio de colaboradores, se pasea diciéndoles a las paredes: Bye, by io! ¡Realmente está entusiasmada!
Hay una veintena de personas que están preparándose para recibir el sacramento del Bautismo el día de Pentecostés. Entre ellos está “le vieux Abraham”. Causa verdadera devoción verle en la fila, ayudado por otros para mantenerse en pie. También se bautizarán Martin, el ferrallista que lleva trabajando con nosotras desde que comenzó la obra y que había empezado el “camino de Jesús” en Portonovo, antes de venir aquí.
Os pedimos a todos que los encomendéis en vuestras oraciones para que sean muy fieles en el seguimiento al Señor y que den testimonio con su vida de la nueva que Cristo les ofrece por medio del Bautismo. Serán, a partir de ese momento, hijos de Dios y herederos del cielo.