El domingo 7 de octubre, festividad de la Virgen del Rosario, acompañamos al P.Paul a Péong para la celebración de la Misa. Cuando estábamos pasando Kidagperou, el Padre se dio cuenta de que se había olvidado de coger la maleta-sacristía (que, por el aspecto que tiene, ¡creemos con bastante certeza que ha recorrido pueblos y pueblos desde los años de la II Guerra Mundial, por lo menos!). Así que tuvimos que deshacer nuestro camino y regresar a la Misión.
Fue entonces cuando el Padre nos enseñó la segunda manera de llegar a Péonga, que es sin evitar los agujeros del camino… ¡Parecíamos una pelota de playa…! Pero conseguimos llegar a la pequeña iglesia, donde nos esperaba Jeremías, uno de los catequistas de más peso en la comunidad, bautizado y casado por la Iglesia. Vivimos una Misa sencilla y preciosa, respondiendo y cantando en fulfulde como podíamos, pero ofreciéndole al Señor esas almas a las que nos ha enviado.
Volvimos a Kalalé y, por la tarde, vinieron los niños preguntándonos: “Où est mon père grand?” (“¿Dónde está mi padre alto?”). No entendíamos a quién se referían hasta que no señalaron el bungalow: preguntaban por Bene, quien, por su gran altura, les ayuda a coger las guayabas. Además, estaban excitadísimos porque el Padre Saturnino les había dicho que tenía para ellos una sorpresa, que consistió en dos mesas de futbolín, una para las niñas y otra para los niños. Las habían estado montado el Padre y Bene. Cuando los niños las vieron, ¡se les puso una cara como si hubieran visto un parque de atracciones! No sabían lo que era, así que el Padre les enseñó cómo se jugaba. Los niños aprendieron enseguida y estaban encantados; las niñas, no tanto. Les hicimos fotos para enviarlas a las personas de la Fundación Alaine, que es quien había financiado la ayuda. El Padre Saturnino había quedado con mamá Cecile en que fijaría un tiempo para dejarles jugar, y que de ese modo aprendieran que hay un momento para cada cosa.
Al día siguiente, lunes, fuimos a la Escuela pública para hablar con el Director, pero no había ido. Los niños estaban allí, pero no tuvieron clase. Nosotras, después de comer, comenzamos con el refuerzo de la Misión: cada día cogeremos a dos niños y el viernes reforzaremos a los que más lo necesiten. Intentamos hacerles entender las matemáticas y el mecanismo de la lectura y de la escritura. Están muy acostumbrados a copiar de la pizarra, pero no a razonar. También notamos que el trato con nosotras, que nos acercamos a ellos de una forma a la que no están acostumbrados en el Colegio, les hace sentirse “más personitas”.
El martes, cuando nos disponíamos a coger a los niños, el P. Paul nos avisó de que iba a entregarles las mochilas de la JMJ. Esta disponibilidad para cambiar de planes es uno de los ejercicios de ensanchamiento del corazón más comunes en la misión. ¡Allá nos fuimos, contentísimas, cámara en mano, para inmortalizar las caras de ilusión de los niños!
Al final de la tarde conocimos al matrimonio que ha creado la Fundación Alaine. Vinieron con otros matrimonios para saludar a la gente de los pueblos en los que han ayudado a construir pozos y escuelas.
Al día siguiente estuvimos en una reunión de padres de los alumnos de secundaria. Era buen momento para introducirnos en el mundo de la educación superior. Al más puro estilo beninés, todo comenzó con gran formalidad y protocolo. El Director hablaba en francés, un colaborador suyo iba traduciendo al boo, idea por idea… y terminó con los padres discutiendo en baribá. Nos gustó que agradeciera a los Padres de la Misión católica su gran ayuda y “lo que harán en el futuro por nosotros”.
El jueves 11, comienzo del Año de la Fe, empezamos a leer, comentar y analizar el documento del Santo Padre Benedicto XVI Puerta de la Fe. Antes de las Vísperas, tuvimos el refuerzo personal con los niños.
El día de la Virgen del Pilar, el Padre Saturnino ofreció la Misa por todos los españoles e hispanoamericanos. Al final, no pudieron faltar las “voces angelicales” de las Madres de Kalalé, que entonaron devotamente el himno a la Virgen del Pilar. Los miembros de la Fundación Alaine se unieron a la celebración. ¡La capilla de Kalalé es pequeña, pero acogedora y lugar de importantes celebraciones!
Por la tarde llegó Lashida, la única niña del Foyer que quedaba por llegar. Estaba en Bouka con su abuela, que la trajo porque no paraba de llorar ya que quería venirse a la Misión. ¡Demos gracias a Dios!