

Testimonio
Memorias de África…No soy Meryl Streep, pero tengo millones de memorias de África. Ojalá hubieseis estado vosotros en Benín durante las tres semanas de misiones. De hecho, os invito a que vayáis y comprobéis todo lo que os voy a contar: todos los niños, los colores, los olores, los paisajes como enormes fotografías que Dios nos pone en el camino para conocer, ver y creer.
Recuerdo el día de llegada, era de noche y casi no vimos nada pero ya se notaba la humedad y el nuevo olor. El aeropuerto era un caos. El día siguiente por la mañana todas fuimos conscientes de la pobreza del país: la carretera, embarrada, llena de gente y de motos; nuestros vecinos vivían en casas hechas de chapa, barro y algo de ladrillo; y los niños jugando cerca de la basura…Así empezó el primer día de nuestra “aventura”.
Digo “aventura” porque yo no sabía muy bien a lo que iba… Tenía en la cabeza que iba a haber niños que cuidar, cosas que limpiar y sitios donde ayuda; pero no sabía cómo iba a ser todo aquello. Los primeros días me sentía inútil e, incluso, llegué a pensar que entorpecíamos el trabajo.
Sin embargo, me encariñé con una de las niñas. Tenía unos cuatro años y estaba enferma de sida, lo que significa que será más difícil encontrar unos padres que la quieran. Cuando me enteré de que padecía esta enfermedad la quise aun más, la abrazaba más a menudo y me volcaba más con ella. Los niños enfermos no son un castigo sino un regalo. Esta niña no era mía, pero la traté como tal hasta el último día.
Es asombroso cómo puede cambiar un viaje así; mi vida ha dado un giro de 180 grados y creo que he madurado como mujer. Aprendes a ser humilde, pequeña, fiel y entregada, como Cristo.
Al fin y al cabo, yo veo este viaje como conjunto. Simbólicamente podría decir que al principio del mismo nos entregaron una caja vacía, en la que hemos ido metiendo todo lo que hemos vivido: cada sonrisa de los niños, cada bienvenida de las Hermanas dela Caridad, cada canción, cada minuto de oración… eran adornos para la caja. Los momentos difíciles también la adornan: los momentos en los que te cuestionas por qué tienes tanto y los demás tan poco, aquéllos en los que te sientes perdida, los madrugones, las comidas menos buenas… El lazo final lo pusola Hermana MaríaCeleste, una de las cuatro Misioneras dela Caridadque en Cotonou conocimos, cuando se despidió de nosotras levantando los brazos y gritando de lejos: “don’t forget Jesús!”. Entonces, yo cerré mi caja, mi regalo, dispuesta a llevarlo a Madrid para compartirlo con los demás, para hablarles de África y animarles a que vayan, para enseñarles (y enseñarme) que tenemos muchísima suerte y muy a menudo nos olvidamos de ello. ¡No podemos permanecer impasibles después de esta experiencia!
Me gustó especialmente un día que fuimos al Obispado de Abomey. Allí nos recibieron con canciones (algunas las habían compuesto ellos en español, otras eran más conocidas, por ejemplo No women, no cry de Bob Marley) y un montón de comida. Estuvimos bailando y cantando con ellos durante toda la tarde. Sin darnos cuenta, conseguimos unir así dos culturas, dos colores y dos orígenes. Fue increíble. En ese momento no pensaba en nada, ni en las compras, ni en los problemas de amigas, ni en tantas obligaciones que nos creamos… había desconectado de Madrid, de toda forma de materialismo, y me había entregado a ese país, donde no sólo se necesita educación o dinero, sino que además tiene mucha sed de cariño y atención…
Beatriz Dubois – Estudiante de 1º de Comunicación audiovisual
- 11 Feb 2021
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